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El fundador de Wikileaks, Julian Assange, ha entrado en la lista de los más buscados de Interpol por los presuntos delitos sexuales que se le imputan en Suecia, y que le obligan a mantenerse en paradero desconocido para eludir la extradición a este país. Muy pronto las órdenes de busca y captura internacional pueden multiplicarse, ya que Estados Unidos estudia cómo presentar cargos penales contra él, y lo mismo podrían hacer en su país natal, Australia.
El fundador de Wikileaks, Julian Assange, ha entrado en la lista de los más buscados de Interpol por los presuntos delitos sexuales que se le imputan en Suecia, y que le obligan a mantenerse en paradero desconocido para eludir la extradición a este país. Muy pronto las órdenes de busca y captura internacional pueden multiplicarse, ya que Estados Unidos estudia cómo presentar cargos penales contra él, y lo mismo podrían hacer en su país natal, Australia.
Con gran parte del público y del Congreso de Estados Unidos clamando por «hacer algo» contra Assange, los departamentos de Justicia y de Defensa trabajan para armar un caso penal contra él. La sugerencia más obvia es tratar de aplicarle la Ley de Espionaje, pero esta ley está un tanto trasnochada en Estados Unidos, estaba pensada para otras situaciones, más propias de la Guerra Fría. Luego está la batería de nuevas iniciativas legales elaboradas para combatir el moderno terrorismo, pero tampoco está muy clara su idoneidad.
Documentos robados
Por de pronto la correspondencia que el Departamento de Estado y Assange mantuvieron en las horas previas a la filtración de un cuarto de millón de cables diplomáticos secretos puede haber tenido el objeto, no tanto de parar la filtración como de preparar el terreno para su persecución legal. Dejando claro que los documentos eran robados y que se estaba haciendo una divulgación ilícita de los mismos.
Por si acaso a Estados Unidos le puede venir muy bien el apoyo de otros países, como Australia, que se ha mostrado dispuesta a colaborar en la investigación. Mientras que a Assange le ha salido un inesperado aliado en Ecuador, que le ofrece incondicional asilo y refugio para que «saque a la luz toda la información que posee».
Por supuesto esta oferta sugiere un momento no particularmente idílico en la relación entre Ecuador y Estados Unidos. Aunque puede haber otros motivos. Hace unos meses era Suecia la que se postulaba como santuario. El diario sueco «Aftonbladet» se ofreció a contratar a Assange como columnista, para que gozara de la protección legal de que gozan los periodistas (cosa que no es), y se habló hasta de modificar el marco legislativo en beneficio de Wikileaks. Era como si Estocolmo se aprestara a convertirse en la capital de la transparencia informativa mundial.
Meses después todo esto había quedado en nada y Assange es un prófugo de la justicia sueca, a la que se niega a someterse con el argumento de que las acusaciones de violación son un invento de sus enemigos, una fabricación del Pentágono. ¿Puede repetirse la historia a medio plazo en Ecuador?
El próximo objetivo: Wall Street
Por de pronto Assange parece que empieza a cansarse de apuntar sus dardos exclusivamente contra el gobierno de Estados Unidos. En una inusual entrevista concedida a la revista «Forbes» desde uno de sus últimos escondites, en Londres, el fundador de Wikileaks asegura que el objeto de su próxima gran filtración es Wall Street, y que poseen material para «echar abajo un banco o dos».
Al parecer se trataría de comunicaciones internas que acreditarían prácticas corruptas, «como los e-mails de Enron», y cuya divulgación justificó por la necesidad de «promover reformas del sector financiero».
Assange no ha especificado de momento cuáles son esos «uno o dos bancos» que podrían tener que cerrar sus puertas por una filtración de Wikileaks.
Desde que estalló la crisis económica ha habido sospechas de mala práctica en casi la totalidad del sector financiero, aunque la firma Goldman Sachs es de las que más sospechas de irregularidades han acumulado, llegando a estar bajo investigación de la SEC.
Por lo demás Assange insiste en que a medida que el perfil de Wikileaks y el de él mismo crecen, aumentan «exponencialmente» las remesas de documentos que reciben, y que en estos momentos están en condiciones de hacer importantes revelaciones que afectan al sector privado, no sólo al financiero sino al energético y el farmacéutico.
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